Esto es como un mantra que me repito muchas veces intentando de este modo naturalizar la acción de la impresión de aquellas imágenes que quiero que perduren en la memoria de un modo más eficaz y eficiente que el de la propia mente y por supuesto el de los archivos fotográficos digitales.
Esta misma mañana, en lo que era un día cualquiera de septiembre, al salir caminando del aparcamiento subterráneo de Santander que se encuentra junto al Centro Botín, pude comprobar como la niebla, que inundaba la bella bahía, era filtrada por unos tenues y a la vez tímidos rayos oblicuos de luz. Sí, de esta luz de septiembre que tanto nos enriquece el alma a los que gustamos de la fotografía.
Estaba claro que ante tal tentación tenía que rendirme. Iba con prisa hacia otro lugar, a punto ya de llegar tarde a la cita que tenía concertada, pero en el bolsillo trasero de mi pantalón el teléfono móvil gritaba: “SÁCAME, SÁCAME YA”. Un rápido gesto de Cowboy y el teléfono ya estaba agarrado con firmeza, la pantalla frente a mis ojos y al otro lado las lentes de la cámara dispuestas para abrir fuego.
¡PIN, PAN, FUERA! (no se trata de la campaña de concienciación sobre el COVID-19 del Ministerio de Sanidad) y en menos de lo que canta un gallo ya había dejado recogido en la memoria del teléfono el espectáculo de luz y contraluz de ese lugar en ese concreto momento.
Al acabar con las tareas que me habían llevado a Santander decidí echar un ojo a las instantáneas. No tenía mucha fe en ellas, el teléfono es un elemento hostil en mi vida al que no presto demasiada atención y desde que no tengo redes sociales (uso mayoritario que le daba) aún menos. Recibo llamadas, las contesto; Realizo llamadas, algunas veces hasta me las aceptan y puedo hablar con la persona a la que llamo;…, algún mensaje de WhatsApp, aunque esto solo lo hago con los que considero merecedores de prestar atención y la mayoría de veces los mensajes duermen durante días en el teléfono sin que veáis al otro lado el famoso doble check azul. Sí, me reafirmo, odio al teléfono inteligente y las ataduras que representa.
Bueno, ya me he desviado un montón del tema, el caso es que revisé las imágenes y pude comprobar que la cámara la tenía en una bajísima calidad, pero sin embargo las imágenes que había tomado tenían un “no sé qué” y que no quería dejarlas en el olvido.
En ese momento el mantra volvió a mi cabeza a repetir machaconamente una y otra vez: PIENSO, LUEGO IMPRIMO… PIENSO, LUEGO IMPRIMO… PIENSO, LUEGO IMPRIMO y así durante todo el viaje de regreso a casa.
El efecto del mantra lo tenéis frente a vosotros y yo tengo un trofeo más en mi cajita de recuerdos a prueba de infecciones informáticas y tiempos olvidados en la celda en que se convierten nuestras galerías de archivos de eso que llamamos teléfono inteligente, memoria USB, disco duro, nube, red… o yo que sé más.
A pesar de la poca resolución -el archivo no ocupaba ni un Mb- es suficiente para ser impreso en 15x10cm.
Por cierto, hace unos días quise abrir unas fotografías del año 2005 que guardaba escritas en DVD y ¡PIN, PAN, CON LAS GANAS ME QUEDÉ!.
¿Necesitáis más razones para imprimir vuestras fotografías?. Recuerda; PIENSO, LUEGO IMPRIMO…
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Maika septiembre 18, 2020
Quien tiene una mirada como la tuya con la fotografía, consigue hacer buenas fotografías incluso con una de esas cámaras de fotos de usar y tirar.